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¿Desinvertir?

Por Archbishop Desmond Tutu

17 de octubre, 2002


El final del Apartheid está catalogado como uno de los grandes retos superados del siglo pasado, pero el éxito no podría haber sido posible sin la ayuda que aportó la presión ejercida por entes internacionales-- específicamente la del movimiento de desinversión de los años ochenta. En los pasados seis meses, un movimiento similar se ha formado, esta vez con la finalidad de terminar con la ocupación israelí.

La desinversión del apartheid de Sudáfrica la pelearon personas comunes y corrientes de la población rural. Líderes religiosos informaban a sus seguidores, los miembros de los sindicatos presionaban a los accionistas de las compañías y los clientes ponían en duda a los dueños de las tiendas. Los estudiantes jugaron un papel muy importante al hacer que las universidades cambiaran sus portafolios. Finalmente, las instituciones aportaron su ayuda financiera y el gobierno de Sudáfrica reconsideró sus políticas.

Esa misma presión moral y financiera en Israel incita a que las personas participen de ella.

Estudiantes en más de cuarenta ciudades universitarias de los Estados Unidos demandan que se revisen las inversiones universitarias hechas a compañías israelíes como también a aquellas firmas que hacen negocios en Israel. Desde Berkely hasta Ann Arbor, las autoridades locales han debatido sobre las medidas de desinversión.

Estás tácticas no son las únicas semejanzas al problema contra el apartheid. Los habitantes de los municipios Sudafricanos del pasado pueden decir cómo se vive en los territorios ocupados. Para movilizarse sólo unas cuadras en su propia tierra natal, un abuelo espera a que un soldado adolescente se le antoje dejarlo pasar. Más de una emergencia se necesita para ir a un hospital; menos que un crimen se requiere para terminar en una prisión. Los más afortunados tienen un permiso para dejar sus miserias e ir a trabajar a las ciudades israelíes, pero su suerte se acaba cuando la guardia cierra todos los centros de control, paralizando a mucha de gente. Las humillaciones, dependencia, y rabias son todas muy conocidas.

Muchos sudafricanos están comenzando a reconocer las similitudes con lo que hemos pasado. Ronnie Kasrils y Max Ozinsky, dos heroes judíos de la lucha antiapartheid hace poco publicaron una carta titulada << No, a mi nombre>> Firmada por muchos otros judíos sudafricanos prominentes, la carta narra una analogía explicita entre el apartheid y las políticas vigentes de Israel. Mark Mathabane y Nelson Mandela también han señalado la trascendencia de la experiencia sudafricana.

Criticar la ocupación no es el pasar por alto las únicas fortalezas de Israel, así como la protesta en la guerra de Vietnam no implico el ignorar las distintas libertades ni los logros humanitarios de los Estados Unidos. En una región donde gobiernos represivos y políticas injustas son la norma, Israel es ciertamente más democrático que sus vecinos. Esto no hace nada menos que una prioridad el desmantelamiento de acuerdos.

La desinversión del apartheid en Sudáfrica fue ciertamente no menos justificada porque había represión en otros lugares del continente Africano. La agresión no es más gustosa en las manos de un poder democrático. La ambición territorial es ilegal ya sea que ocurra con lentitud, como con los colonos israelíes en los Territorios Ocupados, o a la manera blitzkrieg (guerra relámpago) como con los tanques iraquíes en Kuwait.

Los Estados Unidos tienen una responsabilidad bien definida al intervenir en atrocidades cometidas por sus estados clientes y como Israel es el único y más grande destinatario de las fuerzas armadas y ayuda extranjera americanas, el fin de la ocupación debería ser una prioridad.

Casi que por instinto, los judíos han estado siempre del lado de los que no tienen voz.

En su historia hay recuerdos dolorosos de redadas masivas, demoliciones de casas y castigos colectivos. En sus escrituras, hay una empatía muy marcada por aquellos a los que se les han privado los derechos. La ocupación representa una amnesia peligrosa y selectiva de la persecución en la que estas tradiciones nacieron.

No todo el mundo ha olvidado, entre estos algunos militares. El creciente movimiento refusenik evoca el pequeño anti reclutamiento que ayudo a que se generara el apartheid en Sudáfrica. Muchos cientos de oficiales israelíes condecorados han renunciado a ser parte del servicio militar en los Territorios Ocupados. Aquellos que todavía no están en prisión han llevado el mensaje a las sinagogas y campus americanos, alegando correctamente que Israel necesita seguridad pero que nunca la obtendrá a través de la ocupación militar.

Más de treinta y cinco acuerdos se han hecho el año pasado. Cada uno de ellos es un paso en reverso de la seguridad que merecen los israelitas y dos pasos más atrás de la justicia que les pertenece a los palestinos.

Si el apartheid finalizó también se puede poner fin a esta ocupación, pero la fuerza moral y la presión internacional tendrá que ser de igual manera determinante. El actual esfuerzo de desinversión es el primer, pero ciertamente no el único, paso en esta dirección.


Archbishop Desmond Tutu recibió el premio Nobel de paz en 1984 por su trabajo en contra del apartheid. Este documento fue escrito con la colaboración de Ian Urbina del Proyecto de Investigación del Medio Oriente en Washington D.C.


También mirar: Sanciones contra la ocupación Israelí: Ya es hora (Inglés)

Subtítulos de referencia

Apartheid Desmantelamiento Israel Israel/Negociando en Israel Apartheid Territorios Ocupados Palestina palestina/Ocupación Palestinos Sanciones Sudáfrica


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