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Una diferente forma de democracia.

Martin Glaberman

(1997)


Un agradecimiento a la p¡gina web Red & Black Notes por permitir la descarga de este artículo cargado por Einde OâCallaghan para el Archivo de internet de autores marxistas.

El siguiente artículo fue escrito como introducción para el ensayo âTodos pueden gobernarâ de C.L.R. James y ha sido editado para su publicación con el permiso del autor.

Los festejos por el 2,500 aniversario de la creación de la sociedad democr¡tica en la antigua Grecia tuvieron lugar en 1991. Líderes y Jefes de Gobierno de varias democracias occidentales asistieron a la ceremonia celebrada en Grecia. Era notoria la enorme hipocresía existente en los festejos ante el hecho de que la democracia de los modernos parlamentos y congresos es, en muchas formas, una violación a los principios de la democracia directa que fue establecida en la antigua Atenas.

Lo que llamamos democracia en el mundo moderno es generalmente despreciada por los ciudadanos en los países que presumen de ser demócratas. En este siglo, las democracias m¡s poderosas, principalmente los Estados Unidos de América, se han visto envueltas en dos devastadoras guerras mundiales, saqueos en las poblaciones de América Latina, África y Asia, el apoyo a crueles dictaduras en los lugares donde ha convenido a los intereses imperialistas, entre otros. Al mismo tiempo, han sido incapaces de proveer a todos los ciudadanos de los mínimos niveles de comodidad y cultura que la sociedad tecnológicamente moderna evidentemente puede producir.

La raza humana, y el mundo en el que vivimos se encuentran en una situación desesperada. La pobreza, el desempleo, el racismo, el sexismo y la intolerancia se encuentran ampliamente generalizados en el mundo moderno. Dos siglos de industrialización han causado estragos en el medio ambiente. Las personas se est¡n muriendo de hambre, no por falta de comida, sino porque la comida sólo se distribuye cuando existe un beneficio económico de por medio. Incluso las naciones m¡s ricas se encuentran endeudadas. La corrupción se encuentra tanto en la política como en los negocios. En todas las principales ciudades del planeta se encuentran enfermedad, violencia y carencia de vivienda. El trabajo, para la mayoría de las personas continúa siendo pesado y con cada vez m¡s pocas oportunidades para las iniciativas creativas.

En octubre de 1956, en una Hungría gobernada por una dictadura totalitaria y comunista, las personas comenzaron a levantarse para exigir que su país cambiara su régimen de gobierno por uno de democracia directa. Miles de trabajadores húngaros se unieron al grupo cada vez mayor de estudiantes e intelectuales que se dirigían a la plaza mayor en Budapest. Comenzaron a crear consejos de trabajadores y, en un lapso de 48 horas, habían tomado control de todos los medios de producción, servicios y comunicación de Hungría. El viejo gobierno comunista había sido derrotado. Los húngaros estaban trabajando hacia un nuevo tipo de sociedad que no era ni comunista (de la manera en que se adoptó en la Europa del Este y en la Unión Soviética) ni capitalista. No había nada que impidiera que la sociedad húngara intentara crear una nueva sociedad.

La revolución fue derrotada por la invasión de los tanques soviéticos. Occidente, encabezado por los Estados Unidos de América, aprovechó toda la propaganda de la opresión soviética, pero también cuidó de que la Revolución Húngara no se extendiera hacia otros países. Antes de 1956, la Radio Europa Libre y Voz de América habían convocado a los europeos del Este a un levantamiento. Después de ese año nunca m¡s volvió a escucharse ese llamado. (Mientras la Unión Soviética doblegaba a la Revolución Húngara, Inglaterra, Francia e Israel invadían Egipto en un intento de apoderarse del canal de Suez).

La Revolución Húngara fue una expresión de la democracia directa en acción en el mundo industrial y moderno. Los trabajadores y dem¡s seguidores no actuaron a través de representantes electos o políticos profesionales. Los consejos de trabajadores actuaron de manera directa y en coordinación para asumir el control de sus propias vidas y de su propia sociedad. Todos los empleados de un establecimiento se reunían en su sitio de trabajo todos los días para tomar decisiones. Los delegados eran electos para ejecutar dichas decisiones o para representar a las organizaciones en instituciones regionales o de toda la ciudad. Todos los delegados podían ser sujetos de revocación de su cargo.

Algo similar ocurrió en Francia en 1968. Toda la clase trabajadora del país tomó las f¡bricas de Francia y estuvo a un paso de derrocar el gobierno de De Gaulle. En el mismo año, la población de Checoslovaquia intentó hacer lo mismo y fueron derrotados por otra invasión soviética. En 1980, después de muchos años de lucha, la democracia directa apareció en Polonia con la forma de Solidaridad. (Pero el movimiento de Solidaridad de 1980 no tiene nada que ver con Lech Walesa tratando de vender las f¡bricas polacas a los capitalistas americanos en 1990).

El mundo ha sido testigo recientemente de las dictaduras totalitarias en Europa del Este y la Unión Soviética. Necesitamos comprender que los primeros estallidos encaminados a debilitar el imperio soviético fueron llevados a cabo por trabajadores de Europa del Este y, en cierta medida, por Europa Occidental. Décadas de resistencia de la clase trabajadora, acentuadas por los intentos revolucionarios de establecer una democracia directa, dieron como resultado que tanto Europa Oriental como la Unión Soviética se volvieran ingobernables. Las revoluciones generadas en estos países, así como los intentos de crear nuevas sociedades, tan sólo son el comienzo. La plaza de Tianâanmen en China, el derrocamiento de las dictaduras militares en África y las manifestaciones que se presentaron en el poder legislativo ruso durante la Hazaña de Moscú son ejemplos ampliamente conocidos. Han existido otros, de los que no se difundió tanta información, como la huelga de 1989 de los mineros de carbón soviéticos. Los comités de huelga se han convertido en centros de actividad y reunión para comunidades enteras. Con el eslogan de âperestroika desde abajoâ estos comités han comenzado a asumir funciones políticas.

Los politicos y periodistas de Occidente nos han hecho creer que estas batallas y sacrificios de alguna manera intentan reemplazar las dictaduras totalitarias y establecer el capitalismo de âlibre empresaâ y lo que llamamos democracia en nuestros países. Intentan convencernos de que vivimos en el mejor de los mundos e intentan minimizar las situaciones de codicia, corrupción, pobreza y violencia en nuestra sociedad.

En Occidente, las diferencias entre los políticos son muy pocas y tienen que ver m¡s con la forma que con el fondo. Las políticas, plataformas y promesas se convierten en herramientas de mercadotecnia para seducir a los votantes. Los discursos de campaña han sido reducidos a comerciales de ocho segundos. Para tener éxito, los políticos reducen sus horizontes y se enfocan en la siguiente elección. La meta de los partidos políticos no es ejercer el poder con sabiduría sino sólo alcanzarlo y mantenerlo.

Los defectos de las democracias representativas son bien conocidos por las personas. La actitud general hacia los políticos es de coraje y desprecio.

En Canad¡, los torpes y sigilosos intentos de los gobiernos federales y local para reformar la constitución han provocado que la sociedad exija que la asamblea constituyente esté compuesta por personas de la sociedad civil así como un referéndum como requisito para ratificar cualquier cambio. En los Estados Unidos, donde la mitad del electorado se rehúsa a siquiera participar en el farsa del sistema electoral, el disgusto con los funcionarios ha generado propuestas para limitar el número de veces que un legislador federal y estatal puede ser electo.

Aun cuando estos acontecimientos no pueden considerarse democracia directa como lo fue la de la Revolución Húngara o la existente en la Antigua Grecia, sí muestran un creciente deseo de alejarse de los gobiernos de políticos experimentados, que no es otra cosa m¡s que la democracia representativa.

No es nuestra intención el sugerir que la democracia de la Antigua Grecia era perfecta o que puede f¡cilmente ser reproducida en el mundo moderno. La sociedad griega, como todas las dem¡s civilizaciones antiguas de la cuenca del Mediterr¡neo y Asia, tenía problemas como la esclavitud y la percepción de las mujeres como seres inferiores. Lo que distinguía a la antigua Atenas era que, los ciudadanos comenzaron a desarrollar y producir nuevas formas de auto gobierno. Lo que no podía esperarse era que pudieran solucionar todos los problemas de su época.

â¿Qué tan útil es este ejemplo para las grandes sociedades industrializadas de nuestros tiempos? Uno de los valores que en gran medida, caracterizaba a Grecia, era su sentido de comunidad. En nuestro mundo, éste valor se encuentra ausente por completo. â¿Cómo puede visualizarse la posibilidad de una nueva sociedad libre y cooperativa si nos dejamos llevar por la codicia y el fanatismo? La solución no depende en elegir un nuevo grupo de legisladores, o un diferente partido político que reemplace a las organizaciones que se encuentran tan desacreditadas. La solución se encuentra en observar en la Revolución Húngara de 1956, la Rebelión Francesa de 1968 y la Solidaridad Polaca de 1980, las formas modernas de la democracia directa que existían en la antigua Atenas.

La solución se encuentra en dar fin a la separación entre economía y política. Tiene que ver con que las personas tomen control de sus sitios de trabajo, sus vecindarios, sus comunidades, de manera directa y sin intermediarios. Es posible construir un nuevo sentido de comunidad, de unidad, de cooperación sin burócratas, capitalistas y gerentes en medio del camino. Esto obviamente generaría una tremenda oposición. Los trabajadores húngaros, franceses y polacos se enfrentaron a los poderes económicos, políticos y militares de sus sociedades. Podemos encontrar la fuerza para hacer lo mismo o seguirnos hundiendo en la decadencia que ahora nos destruye.


Martin Glaberman

Traducido del Inglés por María Dolores Andrade



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